15 de febrero de 2015

Otoño precoz

Escalaré el árbol más alto,
desde su copa asomaré
mis alas,
las dejaré caer,
sin miedo alguno
sin mirar hacia abajo.
De espaldas al sol
dejaré flotar mi luz
y seré hojas de un otoño
y brisa al despegar,
seré efímera en el aire
y tocaré el suelo
con mis pies.
Erguida caeré
y hojas de un otoño
precoz seré.

Conspiración de las galaxias

De una galaxia antigua una estrella decidió marcharse e ir a la tierra, quiso dejar su estela en el firmamento y ser alma de una vida.
Ingenua ella no comprendió tal hecho, las almas viven toda la eternidad, una vida no es más que un aprendizaje a la vez. Podría resumirse en la frase de aquel tango “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir […]”
Vida tras vida la estrella fue tropezando, cayendo, muriendo y renaciendo. Aprendiendo, enseñando, anhelando.
De alma niña aprendió que perder seres queridos, almas viajeras, maestras, enseñantes, es sólo una manera de entender la finitud del apego, y que esas almas misioneras volverán en otra vida a completar su misión de pertenecer.
Vidas posteriores le mostraron que las conexiones con otras almas más jóvenes o viejas son durables en la eternidad, y que una vida tras otra se las ingeniaría para enlazarlas.
Cuando ya vieja la estrella descubrió que su enlace esencial su conexión no era alma nueva ni vieja, ni alma. Que su amor era otra estrella, de su galaxia, una más bella, de estela más brillante y libre. Entristeció porque sus vidas mundanas le prohibieron esa libertad de amar a su amor.
Lo que ella no sabía, pero que luego ésta vida le mostró, es que aquella estrella bella de estela libre, bajo también a la tierra, como ella desde su galaxia para ser alma y reencontrarla.
Las dos estrellas vivieron las vidas sin saber de la otra y un día, la magia del universo, la conspiración de las galaxias hicieron que éstas se cruzaran, que sus risas acopladas descubrieran el plan de la eternidad de juntarlas.

Dos almas viejas, estrellas libres que se aman y dibujan con sus estelas una historia para ser contada.


Susurro al viento

Le hablo a la brisa,
le canto y recito,
para que te envíe,
mis caricias más profundas
desde esta alma,
que en ésta vida
está dispuesta
a ser cautivada
por tu risa.

Le susurro al viento,
suspiros de amor,
para que te haga llegar
mis palabras más dulces,
desde éste corazón
que late pidiendo
tu calor.