Creer en mí, en la ira absurda de mi
ser
inherente al sistemático
ciclo de morir día a día
en la arena que lejos de
ser suave es cortante,
pedacitos de rocas.
Creer en la miel
azucarada, de abejas
agotadas de danzar.
en la siesta nocturna de
un búho incoherente,
en la luna que se remoja
en la neblina.
Creer en mí, en la
tristeza del ayer feliz,
en la fiesta popular del
nacimiento del sol,
en la muerte del día,
anticipada mediocridad.
Creer en mí, en mis
celos agudos
mis ojos marrones y
caros,
en las mejillas en las palabras echas y caducadas,
en las tumbas de mis
mechones
en la iglesia clásica,
en la muchedumbre de un
25 de mayo
en la cristalina sensación
de paz.